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mardi 23 juillet 2024

De viaje con la tartana. Atajos.

 


Pensando, pensando. La entidad sionista está borrando Gaza de la faz de la tierra, muerto a muerto, bomba a bomba, y prosiguiendo con el robo y colonización de nuevos territorios en Cisjordania. No es Oriente Medio, Próximo ni mediano porque se trata efectivamente de un fenómeno occidental en su totalidad. Una bomba de fragmentación para el mundo en su conjunto desde su intención declarada de volar por los aires todo lo musulmán, vivido como amenaza ya que no se deja expropiar, maltratar y masacrar tranquilamente. Una locura posibilitada por la complicidad indefectible del conglomerado angloamericano y europeo. Con la colonización de las Américas, Europa se convirtió en todopoderosa. Y cuando los nuevos Estados Unidos mezclaron la industria inglesa con sus territorios aparentemente infinitos, se creyeron invencibles a perpetuidad. El espíritu ruso, con territorios también vastos y fértiles, optó por su propia vía. Con el estallido de la utopía comunista consiguió poner límites a la opuesta utopía de Occidente, compensada con la invención de un socialismo mitigado, imperfecto pero un mal menor por equilibrio imposible.


Hasta el punto de ruptura de ahora mismo, una vez abiertos los diques americanos al abismo. Queda un mundo musulmán sumido en una lógica de lucha inevitable, poco dispuesto al suicidio si acepta su adaptación sin más al mundo venidero, ese dogal impuesto al orbe entero y, más costosamente, a los complejos, por desconocidos, mundos orientales, con el problema añadido de la inmensidad de Asia oriental, donde está China. Queda la India, con su fatalismo y sus desigualdades, sin duda la más adaptada al futuro, cuya sociedad aplica seguramente desde hace milenios los preceptos humanos que regirán el planeta. Un futuro, pues, problemático, para “nuestra” civilización que se diluye. Y la inmensa África, posiblemente la mejor adaptada a un modelo indio, y ya saqueada más fácilmente que ningún otro núcleo de depredación, a modo de ejemplo y escarmiento. Las élites occidentales hablan en términos de democracia y valores, de derechos humanos, pero detrás de cada expresión autovirtuosa se ve cómo aparecen el petróleo, el gas natural, el carbón, el hierro, el níquel, el aluminio, el cobre, el uranio, la bauxita, el oro, los diamantes y el platino: “patrimonio de todos”, del “planeta”, afirman los esbirros de Soros, los secuaces de Schwab. Los del hackeado, reseteo o “reinicio” de miles de millones de supuestos humanos que en realidad somos una fantasía inútil. No les servimos y no servimos, por tanto, para nada.



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